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2022-11-01 14:10:02 By : Ms. YY INK

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Ciertos compuestos de nuestra piel determinan cuánto atraemos a los mosquitos, y eso no cambia con el tiempo.

[Mohamed Nuzrath/Pixabay, Pixabay license]

Como habrá notado, los mosquitos no nos atacan a todos por igual. Hace tiempo que sabemos que estas plagas no se sienten atraídas por todas las personas de la misma manera. Un equipo de investigadores ha intentado averiguar qué hace que algunas personas sean «imanes de mosquitos» mientras que otras se libran de las picaduras.

En un nuevo artículo publicado el 18 de octubre en la revista Cell, los autores del estudio en cuestión sugieren que ciertos olores corporales son el factor decisivo. Cada persona tiene un perfil olfativo único formado por diferentes compuestos químicos, y ahora sabemos que los mosquitos se sienten más atraídos por las personas cuya piel produce altos niveles de ácidos carboxílicos. Además, también han observado que esa tendencia se mantenía constante a lo largo del tiempo, sin importar los cambios introducidos en la dieta o en los hábitos de aseo personal.

Según Leslie Vosshall, coautora del estudio, neurobióloga y experta en mosquitos del Instituto Médico Howard Hughes y la Universidad Rockefeller, «todo el mundo se hace la misma pregunta: ¿Por qué los mosquitos pican más a algunas personas que a otras? Mi madre, mi hermana, la gente de la calle, mis compañeros... todo el mundo quiere saberlo». Y añade que ese interés público es lo que la impulsó a diseñar este estudio.

Se han propuesto algunas teorías para explicar por qué los mosquitos nos prefieren a algunos de nosotros más que a otros, incluida la idea de que la causa son las diferencias en el tipo de sangre. Sin embargo, según Vosshall, las pruebas de esta relación son escasas. Con el tiempo, una teoría empezó a ganar más adeptos: el olor corporal debe ser el principal responsable. Pero no se había podido confirmar qué olores específicos son los preferidos de los mosquitos.

Para responder a esta pregunta, Vosshall y su equipo reunieron a 64 participantes y les hicieron ponerse medias de nylon en los brazos. Al cabo de seis horas, las medias de nailon se habían impregnado del olor único de cada persona. «Ninguno de nosotros captaba ningún olor procedente de esas medias de nailon. Ni creo que nadie pudiera hacerlo», señala María Elena De Obaldía, científica de la empresa de biotecnología Kingdom Supercultures y principal autora de este nuevo estudio, que realizó mientras estaba en Rockefeller. Sin embargo, el olor de las medias bastaba para atraer a los mosquitos.

Los investigadores las cortaron en trozos y colocaron dos (de diferentes participantes) en un recipiente cerrado en el que había hembras del mosquito Aedes aegypti. ¿Se dirigieron en masa a la muestra del sujeto número uno o prefirieron el olor del sujeto número dos? ¿O ambas eran igual de atrayentes? Hicieron lo mismo con parejas de medias de distintas personas durante varios meses, señala Vosshall, recogiendo nuevas muestras según fuera necesario. Cuando el torneo terminó, el equipo tenía pruebas claras de que algunas personas atraían más a los mosquitos que otras. El sujeto 33 tenía el dudoso honor de ser el mayor imán de mosquitos; su atractividad era «más de 100 veces mayor» que la de los menos atrayentes, el 19 y el 28.

A continuación, el equipo analizó los perfiles olfativos de todos los participantes para averiguar la causa de esta gran diferencia. Encontraron una posible correlación: la piel de los más atrayentes contenía mayores niveles de ácidos carboxílicos, mientras que la de aquellos a los que los mosquitos picaron menos contenía una cantidad mucho menor.

Los ácidos carboxílicos son compuestos orgánicos muy comunes. Los humanos los producimos en nuestro sebo, que es la capa aceitosa que recubre nuestra piel; allí ayudan a mantenerla hidratada y protegida, señala Vosshall. Los humanos liberamos una cantidad mucho mayor de ácidos carboxílicos que la mayoría de los animales, añade De Obaldía, aunque la cifra concreta varía de una persona a otra. El nuevo estudio contaba con muy pocos participantes como para decir qué características personales hacen que alguien tienda a producir más ácidos carboxílicos. Además, tal como señala Vosshall, no es fácil evaluar, fuera del laboratorio, los niveles de ácido carboxílico presentes en la piel. Una opción sería que la gente les enviase hisopos que previamente se hubieran restregado por la piel.

Lo que sí sabemos es que el nivel de ácidos carboxílicos se mantiene bastante constante a lo largo del tiempo. Esto, a su vez, hace que el perfil olfativo de una persona no varíe. Vosshall plantea otra posibilidad: los mosquitos también podrían verse atraídos por las bacterias de la piel que digieren los ácidos carboxílicos que producimos. Cuando Vosshall y De Obaldía repitieron su torneo en distintas ocasiones con varios meses de diferencia, comprobaron que la atracción de todos los participantes seguía siendo más o menos la misma. Ningún factor personal que pudiese haber cambiado a lo largo de esos meses (desde lo que comía cada sujeto hasta el tipo de jabón que utilizaba) alteraba los resultados.

«Esta capacidad se mantiene durante toda la vida, lo cual es una buena o mala noticia, según la persona en cuestión», señala Vosshall.

«Esta investigación confirma, de una forma muy detallada, que algunas personas son más atractivas [para los mosquitos] que otras», comenta Omar Akbari, biólogo celular y molecular de la Universidad de California en San Diego, que no participó en el proyecto pero cuyo trabajo reciente se centra en estos insectos. Añade que la identificación de los ácidos carboxílicos específicos que atraen más a los mosquitos aumenta la comprensión que tienen los biólogos del comportamiento de estos insectos. Akbari sospecha que estos resultados (centrado en los mosquitos A. aegypti) se pueden ampliar a otras especies de mosquitos que también se alimentan de la sangre de los seres humanos.

Pero si usted cree que puede ser uno de esos imanes, no pierda la esperanza. Akbari afirma que este estudio les ayudará a desarrollar repelentes más eficaces en el futuro. Puede que la clave sea añadir nuevas bacterias al microbioma existente en la piel para alterar su perfil olfativo.

Akbari trabaja en un proyecto financiado por el Departamento de Defensa llamado ReVector que pretende desarrollar repelentes que puedan aplicarse una vez y permanecer activos durante varios meses. «La idea es coger las bacterias de la piel de los humanos... y diseñarlas de tal manera que puedan expresar un compuesto repelente o degradar algo que sea atractivo para los insectos», señala Akbari. Ahora que el equipo de Vosshall y De Obaldía ha identificado ácidos carboxílicos específicos que podrían ser potentes atrayentes, los investigadores intentarán diseñar cremas cutáneas a base de bacterias que descomponen esos compuestos, añade Akbari.

Sin embargo, queda una pregunta por responder: ¿por qué a los mosquitos les gusta tanto el olor de los ácidos carboxílicos o de las bacterias asociadas? De Obaldía tiene una respuesta, aunque admite que es algo especulativa. Señala que los mosquitos A. aegypti evolucionaron para atacar a los humanos (solemos tener contenedores de agua limpia cerca, lo que es un lugar perfecto para su reproducción). De esa forma, esta especie se volvió muy hábil a la hora de diferenciar el olor de los humanos del de otros animales. Los ácidos carboxílicos son compuestos que los humanos emiten en abundancia, mientras que otros animales no lo hacen. Así que, según De Obaldía, es probable que los mosquitos se hayan aficionado a los ácidos carboxílicos porque son un excelente indicador de que han localizado a un humano.

Si a usted le pican los mosquitos mucho más que a sus amigos, puede consolarse con la idea de que les encanta su perfil olfativo porque es muy humano.

Referencia: «Differential mosquito attraction to humans is associated with skin-derived carboxylic acid levels»; María Elena de Obaldía et al. en Cell, 18 de octubre de 2022.

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